Darwin y Noé, la Biblia y el calefón

Darwin y Noé, la Biblia y el calefón Y en un mismo lodo, todos manoseaos. Hoy resulta que es lo mismo ser científico, cura, místico, ingeniero o soldado de Perón. El que no lee La Biblia no mama y el que la discute es un gil. Dale nomás que allá en el horno se vamo a encontrar.

Y otra vez me encuentro escribiendo sobre lo mismo cuando hoy en realidad quería hablar sobre la construcción de un mito.
Aparentemente estoy dentro de un debate, aunque esa no fue mi intención. Si el ingeniero Andrés Raab hubiese leído tan atentamente mi nota, como aparentemente leyó muy atentamente La Biblia, hubiese notado que mi intención no era debatir, sino tratar de responder o ayudar a buscar las respuestas a las preguntas que hacía la nota de Rodolfo Spadano. Para que haya un debate tiene que haber por lo menos dos posiciones que planteen sus diferencias. Como aquí no las hay, tengo que suponer que el ingeniero toma la posición de defender a la Biblia y a la Iglesia, y debo suponer que yo debería tomar la defensa de la ciencia y los científicos. Como apenas soy un lector curioso, mal haría en arrogarme la defensa de la ciencia, cosa para la cual no estoy capacitado.
Mi intención nunca fue desmentir La Biblia, sino tratar de entender un misterio que hay en ella. Para ello, no solo leí La Biblia, sino otros textos, y traté de formularme estas preguntas, ¿Cómo y cuándo fue escrita La Biblia? ¿Por qué algunos textos de la tradición hebrea fueron incluidos en ella y otros no? ¿En qué momento y por quiénes fue escrita? ¿Quiénes recopilaron los textos hasta darle la forma como la conocemos en la actualidad?
En esa búsqueda me encontré con un montón de mitos que en la antigüedad eran comunes a varios pueblos, tradiciones que se legaban de generación en generación y de un pueblo a otros pueblos, cultos que se compartían o se influenciaban, leyendas similares con actores distintos, algunos incluidos en los textos sagrados, y otros similares fueron muriendo a la par de las civilizaciones que desaparecían. Mientras esas civilizaciones vivían, a nadie se le ocurría decir que sus creencias eran mitos, so pena de, en el mejor de los casos, terminar desterrado, y en el peor, tirado a los leones. Pero claro, los mitos que hay en La Biblia están vivos y tratar de estudiarlos nos convierte en herejes... y nos salvamos de la hoguera porque la inquisición ya fue abolida.


“Leer la biblia no es garantía suficiente de que con ello podamos demostrar algo. No niego que alguno con ella en la mano haya hecho el bien, pero otros con ella en la mano han bendecido armas para matar al prójimo, han arrasado civilizaciones enteras por ser, según su interpretación, hijas de Satanás” 


En esta búsqueda también fui descubriendo que La Biblia tal como se la conoce actualmente, fue tomando forma a partir de que el cristianismo fue aceptado como religión en Roma y posteriormente, cuando Constantino la convierte en religión oficial del imperio, se le terminó de dar la forma actual, terminando de recopilarse los libros que se aceptarían como oficiales, que adoptarían la ortodoxia cristiana, y desechando los que a partir de ese momento pasaron a llamarse textos apócrifos.
En este proceso, los evangelios que forman parte del Nuevo Testamento fueron sometidos a revisiones, manipulaciones, inclusiones y modificaciones.
Dirigidos como estaban estos evangelios a un “público” romano, se presentaba a los judíos en el papel de “malos de la película” y a Pilatos, y a la jurisdicción romana, como harto considerados y complacientes con los deseos del sanedrín, algo que no tiene ninguna explicación porque supuestamente se condenaba a Jesús, no por delitos contra el judaísmo, sino por delitos contra el Imperio Romano.

La Ortodoxia Cristiana
Para diseminar con éxito el mensaje, sus transmisores tuvieron que extirpar la realidad histórica de Jesús; así además, complaciendo al público romano, se fue consolidando lo que pasó a ser la ortodoxia cristiana.
Leer La biblia no es garantía suficiente de que con ello podamos demostrar algo. No niego que alguno con ella en la mano haya hecho el bien, pero otros con ella en la mano han bendecido armas para matar al prójimo, han arrasado civilizaciones enteras por ser, según su interpretación, hijas de Satanás.


“Jesús no conoció La Biblia; en su época él habrá conocido la Torah, de donde los cristianos tomaron el Antiguo Testamento, y esta Torah, tal como la conoció Jesús tomó forma al volver los judíos del cautiverio de Babilonia”



Pero lo que más me llama la atención es que alguien que se arroga haberla leído encuentre en ella un pasaje en el que Noé, cual conquistador al estilo Cortéz o Alejandro Magno, reparta la Tierra entre sus hijos, y que de esa manera quede explicado que los descendientes de Noé en África sean negros, posiblemente porque el sol es más fuerte allí que en otras latitudes; el de Asia, sea amarillo quizá por una epidemia de hepatitis, y con el tercero, que quizá fue a Europa,  salieron blanquitos... Lo que no me queda claro es de dónde salieron los polinesios y los aborígenes americanos, a no ser que se los contara entre los animales, ya que como bien se sabe, recién se le otorgó alma a partir del papa Paulo III, quién en 1537 los reconoció como seres humanos. Sin embargo, si leemos detenidamente la Biblia, veremos que los hijos de Noé se quedan con él en las tierras de la actual Mesopotamia, entre los ríos Tigris y Éufrates, la tierra donde se supone, nace la civilización a la que pertenecemos, la tierra de los patriarcas de Israel, y, siempre siguiendo a la Biblia, la dispersión para poblar todos los rincones de la Tierra se da recién en la Torre de Babel, varias generaciones posteriores a Noé.
La epopeya de Noé, coincide con la etapa prehistórica llamada neolítica, que va del año 7000 AC al 4000 AC, pero en América se han encontrado asentamientos humanos que datan de 14000 años de antigüedad, sin contar que la mayoría de los pre historiadores se inclina en la actualidad a pensar que el hombre atravesó el estrecho de Bering hace unos 22.000 años y, tras permanecer en Alaska varios miles de años, se adentró en el continente americano cuando se abrió un paso entre el hielo hace 16.000 años, comenzando un largo proceso para poblar todo el continente americano. Claro que cabría la posibilidad de que los nietos de Noé viajaran en el tiempo. ¿Cómo se llega a la conclusión de que Noé vivió en el período prehistórico llamado neolítico? Simple, haciendo la cuenta que figura en La Biblia.
Con esto retomo la idea de que La Biblia, o mejor dicho, el Antiguo Testamento, no es la historia universal sino simplemente la epopeya del pueblo hebreo. Al igual que en La Biblia, en casi todas las religiones del mundo hay una tradición persistente que afirma que en el pasado existieron grandes civilizaciones las cuales fueron destruidas por conflictos internos o algún cataclismo. Por nombrar solo algunos ejemplos, tales tradiciones, leyendas y mitos se encuentran, además de en La Biblia, en el Ramayana, la mitología china, las leyendas de los indios hopis, los textos mayas, las leyendas de las tribus africanas, los escritos griegos, las tradiciones galesas y escandinavas, la historia egipcia y los manuscritos tibetanos. En las fuentes históricas también se encuentran noticias de civilizaciones perdidas, tales como la Atlántida, el antiguo imperio Rama de la India, la civilización de Osiris del valle del Mediterráneo y el norte de África, los hiperbóreos y una civilización perdida en el pacifico.
Hay que leer La Biblia, pero no hay que desconocer la historia: los hebreos fueron víctimas de dos cautiverios, uno en Egipto y otro en Babilonia. Del primero, Moisés tomó las bases de la religión monoteísta, no porque imperara en Egipto sino porque estaban latentes las enseñanzas del faraón Akhenaton, cuyo dios Atón, que se identificaba con el sol, era la esencia detrás de todas las cosas, y de Babilonia, trajeron algunos mitos y tradiciones como el ejemplo que di de Noé.
Cabe destacar que en Egipto, en su condición de esclavos, los hebreos no tenían libros sagrados y las tradiciones eran legadas de generación en generación, por vía oral, y cuando son llevados cautivos a Babilonia, los opresores destruyeron los libros sagrados, entre otras cosas que tenían los judíos.
El proceso del armado de La Biblia es muy largo y complejo, ya que es una recopilación de libros, algunos de la tradición hebrea y otros que fueron escritos después de la muerte de Jesús. Los primeros fueron recopilados en el Antiguo Testamento, los segundos en el Nuevo Testamento. Jesús no conoció La Biblia; en su época  habrá conocido la Torah, de donde los cristianos tomaron el Antiguo Testamento, y esta Torah, tal como la conoció Jesús, tomó forma al volver los judíos del cautiverio de Babilonia.

La Biblia y la Torah
La teoría que ha gozado de más popularidad sobre el origen de la Torah es la llamada hipótesis documentaria. Sostiene que el texto actual es el resultado de una compilación, realizada en Israel alrededor de la época de Esdrás el escriba, (alrededor del 390 AC), de no menos de cuatro fuentes distintas, cada una de las cuales relataba la historia completa de Israel. Jesús seguía al pie de la letra los textos sagrados judíos y nunca llamó a la desobediencia de la ley mosaica, sino que intentó darle un aire fresco, ya que consideraba que se había convertido en una cáscara vacía.


“Científicamente no hay nada que nos pueda explicar, porque no es su misión. El problema se presenta cuando algunos nos la quieren presentar como verdad absoluta, palabra revelada”



Realmente ahí estaba el verdadero mensaje que luego tomó la Biblia cristiana, la del amor al prójimo. Lo demás, las anécdotas de algunos personajes bíblicos, son insignificantes al lado del valor moral que nos lega La Biblia. Científicamente no hay nada que nos pueda explicar, porque no es su misión. El problema se presenta cuando algunos nos la quieren presentar como verdad absoluta, palabra revelada, y con ello demostrar que la tierra no es redonda, o que es el centro del universo, como les costó a varios Papas entender.
No sé si Darwin llegó a llorar frente a un calefón, pero lo que sí es cierto es que tuvo que enfrentar la desaprobación de sus contemporáneos y más de una vez habrá sufrido sinsabores enfrentando a sus amigos y colegas quienes le aconsejaban no hacer públicas sus teorías. Teorías que no solo cuestionaban a La Biblia, sino a la propia realeza, cuyo poder emana de Dios. Y solo por formular una teoría, que es un conocimiento especulativo, independiente de toda aplicación, en contraste con la verdad revelada que a fuego y espada impuso por siglos la Iglesia.

Polémica en el bar

Proponer un debate con suposiciones (suponer que se sabe cómo se escribió La Biblia, por ejemplo) y creer que con ello podemos llegar a conclusiones, convierte el debate en una simple discusión, o mejor dicho, en una simple Polémica en el Bar, en la que yo refuto todo porque no creo en ello. Mi nota, lejos de querer proponer un debate, pretendía formular preguntas para a partir de ellas develar algún misterio, no fijar una posición, ni darle la razón a la ciencia. Lamentablemente no hay ningún documento histórico que pruebe la existencia real de Noé, de Moisés y de otros personajes más allá de La Biblia. Para ser científica, la historia necesita documentos, no relatos de tradiciones, leyendas y mitos, y al no tener estas pruebas solo queda investigar las huellas que dejó en la historia el pueblo que las escribió, y formular hipótesis y teorías, que por supuesto hay que demostrar, sobre en qué circunstancia dicho pueblo escribió sus tradiciones y qué los llevó a hacerlo.¤

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