El Caballero de los Leones: El Refrán 25° parte

Gustavo DorePor decisión propia y luego de singular valentía, troca Don Quijote el mote de “Caballero de la triste figura” por el de “Caballero de los leones”, a la mitad de la segunda parte de la novela.
Cuenta la historia -dice Cervantes en otra referencia a Cide Hamete Berengeli- que estando Don Quijote con Sancho Panza y el hidalgo (el del verde gabán) vieron llegar un carro con dos banderas y dos personas. Inquiere Don Quijote y el carretero le contesta que en su carro van dos leones, macho y hembra, enviados por el general de Orán al rey, y que las banderas son de éste. Don Quijote se dirige al leonero que va detrás y lo intima para que abra las jaulas y eche a los leones fuera, porque así sabrían quién es Don Quijote de la Mancha. Gran revuelo se crea mientras todos solicitan a Don Quijote que cese en su empeño.
Este les insta a que se alejen y apura al leonero para que suelte a los animales. En el espacio de tiempo que abre el leonero la jaula primera, Don Quijote considera si será bueno hacer la batalla a pie o a caballo, determinando lo primero temiendo que Rocinante se espantara. Salta del caballo, arroja la lanza, embraza el escudo y desenvaina la espada encomendándose a Dios de todo corazón y a su señora Dulcinea.
Abierta la jaula, el león de grandeza extraordinaria, primero se revuelve en ella y desperezándose todo, abrió la boca y bostezó muy despacio. Sacó la cabeza fuera y miró a todas partes con los ojos hechos brasas. Sólo Don Quijote lo miraba atentamente, deseando que saltase del carro y viniese con él a las manos, entre las cuales pensaba hacerle pedazos. Pero el generoso león, más comedido que arrogante, después de haber mirado a una y otra parte, volvió las espaldas enseñando sus traseras partes a Don Quijote. Al ver esto, Don Quijote manda al leonero que le diese de palos y lo irritase. El leonero se niega, porque considera que si lo hace, el primero a quien hará pedazos el león será a él mismo. Le pide a Don Quijote que se contente con su primera fortuna y que su grandeza y valentía está bien declarada.
Don Quijote le pide que dé testimonio en la mejor forma posible lo que ha visto y que cierre la puerta. Llamó luego a los que se habían alejado. Es después de todo esto que Don Quijote decide el cambio de apelativo. Es justamente acá, cuando el hidalgo dirá el refrán:”Las valentía que se entra en la jurisdicción de la temeridad, más tiene de locura que de fortaleza.”
Preguntando el bachiller a Sancho Panza qué se hicieron de los cien escudos y de la pérdida del jumeto, Sancho Panza responderá: “Cada uno es como Dios lo hizo y aún peor muchas veces.”
En plática con su esposa Teresa, ésta le larga el refrán:”Al hijo de tu vecina, límpiale las narices y métele en tu casa” y Sancho Panza le dirá: “El que no sabe gozar de la ventura cuando le viene, no se debe quejar si se le pasa.”
Hay, en otra parte, un juego en que se habla del autor que realizará después de mucho tiempo la segunda parte sobre la que hay dudas, permitiéndose el bachiller decir “Nunca las segundas partes fueron buenas” lo que da lugar a que Sancho Panza diga: “Las obras que se hacen aprisa nunca se acaban con la perfección que requieren.”
Sobre lo prometido por Don Quijote -de darle a Sancho Panza alguna de las ínsulas que habrá de toparse- éste le contesta que no será tan necio para desecharla porque se dice: “Cuando te dieran la vaquilla corre con la soguilla” y “Cuando viene el bien, mételo en tu casa.”
Una gran sentencia nos da Don Quijote: “La senda de la virtud es muy estrecha y el camino del vicio ancho y espacioso; sus fines y paraderos son diferentes; porque el del vicio dilatado y espacioso termina en muerte, y el de la virtud angosto y trabajoso acaba en vida.”
Relativo al deseo de Sancho Panza de que Don Quijote no lo enmiende cuando él habla, le recuerda: “Quien destaja, no baraja, pues más vale un toma, que dos te daré”.
En otro pasaje le dice: “El consejo de la mujer es poco, y el que no lo toma es loco” Sobre la famosa ínsula que siempre tiene en cuenta Sancho Panza, Don Quijote le advierte: “Vale más buena esperanza que ruin posesión y buena queja que mala paga.”
En otro momento, considerando Don Quijote que si Sancho Panza no quiere acompañarlo en su tercera salida, estará contento con cualquier otro escudero, Sancho Panza, enternecido y con lágrimas en los ojos, le dirá: “No se dirá por mí, señor mío. El pan comido y la compañía deshecha.”
Si bien el final de nuestras notas es referirnos a los refranes, hemos dado mucho espacio a Don Quijote de la Mancha en virtud de la gran cantidad que en esta obra se encuentran.
Pero también consideramos que esa obra no es sólo una retahíla de refranes. Don Quijote es algo más, mucho más.
Así creemos que la locura de Don Quijote, locura muy especial, surge del entusiasmo que nace en él a raíz de la lectura de los libros de caballería. En virtud de esto, Don Quijote va a confundir continuamente lo ideal con lo real. Pero en esa locura se pondrá entre la Edad Media y la Edad Moderna terminando con la mitología monstruosa de enanos, duendes y gigantes, dejando sin aliento una literatura que tanto había influido en él.
En ese sentido, Menéndez y Pelayo nos dice “Don Quijote oscila entre la razón y la locura, por un perpetuo tránsito de lo ideal a lo real, pero si bien se mira su locura, es una mera alucinación respecto del mundo exterior, una falsa combinación e interpretación de datos verdaderos”
Una feliz expresión la tuvo el poeta inglés Wordsworth: “La razón anida en el recóndito y majestuoso albergue de su locura.”

Nos queda solamente por hoy recordar a Seneca cuando afirma: “Nullum magnum ingenium sine mixtura dementiae fuit.”

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