Sobre matemáticas y la teoría de los dos demonios

Algunos buscan justificar al terrorismo de estado en la Argentina de la década de 1970 refugiándose en la desprestigiada Teoría de los Dos Demonios que hace mucho ya ha sido rebatida por la historia, las ciencias sociales y el derecho internacional.

En oposición a la narrativa de quienes defienden a los monstruosos dictadores, al golpe cívico-militar del 24 de marzo de 1976 no se lo debe analizar en un vacío histórico, sino que debe ser interpretado como una continuación de los golpes que comenzaron en 1930 contra el gobierno popular de Hipólito Yrigoyen. En ese sentido, no estaba orientado fundamentalmente a aniquilar a la guerrilla, sino que tenía el objetivo estratégico de restablecer un orden económico y político que favorecería, bajo la dirección del ministro José Martínez de Hoz, el modelo de una Argentina agroexportadora.
La guerrilla, como sugiere el sociólogo Juan Carlos Marín, en 1976 ya no representaba una verdadera amenaza a la hegemonía del estado. Después de las operaciones contrainsurgentes de la Operación Independencia, en Tucumán, y la derrota de Monte Chingolo, el Ejército Revolucionario del Pueblo y Montoneros sólo contaban con limitados recursos humanos y materiales. Esto parece confirmarse en un estudio de Florencio García, nada menos que un coronel del ejército argentino, quien concluyó que para entonces solamente había unos 1,500 guerrilleros.
Pero si los reportes de Amnistía Internacional estimaban unos 30,000 desaparecidos y asumiendo, como dice el coronel García, que 1,500 argentinos todavía apoyaban la lucha armada, ¿cómo se explica la diferencia matemática? Como años antes había preguntado el gran poeta Juan Gelman, “¿Qué pasó con los 28,500 que no eran guerrilleros?”

La Teoría de los Dos Demonios
¿Cómo se justifican los secuestros de 28,500 no-guerrilleros; la tortura con los métodos más crueles imaginables de mujeres, adolescentes, hombres, ancianos; los 340 centros clandestinos de detención; el horror de los vuelos de la muerte en los que se tiraban al océano a detenidos drogados? ¿El robo y saqueo de las propiedades de los detenidos? ¿Cómo se justifica la apropiación de bebés de detenidas que eran luego ejecutadas?
Pues, la justificación preferida fue la muy conveniente Teoría de los Dos Demonios en la que se asume que Argentina estaba en guerra. Una guerra en la que, de acuerdo a la Doctrina de Seguridad Nacional, toda la población era, potencialmente, el enemigo.
En ese sentido, los 28,500 obreros, estudiantes y profesionales que desaparecieron eran indistinguibles de los 1,500 guerrilleros. Pedir un aumento de salarios, era ser subversivo. Estar en una agenda telefónica de alguien sospechoso de actividades subversivas, era ser subversivo. Pedir por la libertad de un detenido, era ser subversivo.

Un estado torturador y fuera de la ley
En Italia, cuando la guerrilla secuestró al ex primer ministro Aldo Moro, en 1978, alguien propuso torturar a un detenido que tendría información. El general Della Chiesa respondió que eso era inadmisible, ya que “Italia puede permitirse perder a un Aldo Moro. No, en cambio, implantar la tortura (como política de estado)”.
En Argentina se podría haber arrestado, enjuiciado y encarcelado a los pocos centenares que optaron por la lucha armada. Pero en vez de usar el marco jurídico, los generales eligieron el estado paralelo, secreto, en el que torturar y asesinar era aceptable, conveniente.
El estado, con todos los inmensos recursos de la nación a su disposición, jamás puede ser equiparado a las fuerzas de organizaciones político-militares, por más equivocado que sea el camino que éstas hayan elegido. No solamente hay una diferencia de recursos materiales, sino también de moral histórica. Por eso, no es ninguna casualidad que el derecho internacional acepta la prescripción de los delitos de los ciudadanos, pero no los crímenes de lesa humanidad de funcionarios del estado. La Asamblea General de las Naciones Unidas, el 26 de noviembre de 1968, aprobó la Convención Sobre la Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de los Crímenes de Lesa Humanidad. Esto fue refrendado en Argentina, en 1995, a través de la Ley 24.584.
Aún más, después de las Leyes de Punto Final y Obediencia Debida y las amnistías que aprobaron las administraciones de Raúl Alfonsín y Carlos Menem, la Corte Interamericana de Derechos Humanos dictaminó, en su resolución 28/1992, que las leyes de impunidad y el indulto violaban los artículos 1.1, 2, 2.5 y 8 de la Convención Americana de Derechos Humanos. Y, por lo tanto, recomendó que se investigara, enjuiciara y sancionara a los responsables de las graves violaciones a los derechos humanos de la ciudadanía y se reparara a las víctimas.
Eso es exactamente lo que se estuvo haciendo en Argentina en donde centenares de militares, funcionarios policiales, médicos, jueces, sacerdotes y empresarios que participaron en el secuestro, tortura y asesinato de miles están siendo enjuiciados. Un argumento que siempre tuvieron en común los acusados es que, usando la excusa de la supuesta guerra (la Teoría de los Dos demonios), ellos sólo estaban cumpliendo órdenes. La misma defensa que utilizaron los jerarcas nazis en los Juicios de Núremberg para racionalizar sus atrocidades. Pero no tuvieron éxito: a muchos nazis los ahorcaron; a criminales argentinos los condenaron a cadena perpetua.

Invitación
Este próximo sábado 24 de marzo, exactamente al mediodía, lanzaremos 31 palomas/globos al cielo recordando a los 31 ex presos políticos asesinados por la dictadura cívico-militar argentina en la UP1 de Córdoba.
Northridge Recreation Center: 18300 Lemarsh Street, Northridge, CA 91325 • Info: (818) 832-5000. ¤