Capitalismo de amigos

Las próximas elecciones presidenciales y la corrupción como costumbre nacional

En pocos días, el domingo 25 de octubre, se elegirá al nuevo presidente de los argentinos. Los candidatos son muchos, pero los que tienen mayores posibilidades de ganar son únicamente tres: Daniel Scioli (actual gobernador de la Provincia de Buenos Aires), Mauricio Macri (jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires) y el diputado Sergio Massa (ex intendente del Municipio de Tigre).

Como aparentemente a ninguno de los tres candidatos favoritos le alcanzarían los votos necesarios para ser electos en la primera vuelta, la decisión definitiva se llevará a cabo el 22 de noviembre, cuando el electorado tenga que decidir entre los dos más votados. No es necesario describir la importancia que tiene una elección presidencial. Ser cabeza del ejecutivo es la máxima aspiración de todo político de fuste, y por eso cada candidato hace lo imposible para captar la mayor cantidad de votos como sea.
   Ya son archiconocidas los escandalosos casos de corrupción de todo tipo, formato y color que asolaron el país en las últimas décadas y en todo tipo de gobiernos, fueran dictatoriales o elegidos democráticamente por la población. Argentina es parte de Latinoamérica. Y en este subcontinente la corrupción es endémica, forma parte del ADN y afecta a todos sus habitantes. A los gobernantes de turno los beneficia enormemente para bien, y a los pobres y marginados mucho más, pero para mal.
   Entre los slogans de campaña se levantaban banderas de cambio en muchos partidos de la oposición, muchos de los cuales estaban enfocados específicamente en el tema corrupción, que sin ninguna duda es la causa y el origen de los mayores males de la región.

“Lamentablemente los que se presentaban como líderes opositores, los que iban a conducir una nueva argentina justa y transparente, demostraron en hechos concretos que al final de cuentas no practicaban lo que recitaban. Y que en los hechos eran más de lo mismo”

   Entonces, las fuerzas opositoras, argumentando que iban a combatir la corrupción, se presentaban como una excelente opción para un futuro más venturoso y justo, donde existiera mayor igualdad e inclusión.
Lamentablemente, los que se presentaban como líderes opositores, los que iban a conducir una nueva argentina justa y transparente, demostraron en hechos concretos que al final de cuentas no practicaban lo que recitaban. Y que en los hechos eran más de lo mismo.
   Fundamentalmente, se ventilaron a través de los medios casos de corrupción millonarios, y además, groseros. Decenas de millones de pesos, dólares, euros, yuanes, etc., que fueron abonados a empresas fantasma, creadas en direcciones ficticias, para brindar servicios inexistentes, como el caso del periodista Fernando Niembro, que cobró decenas de millones de pesos por servicios de publicidad sospechosos y que actualmente está siendo investigado por lavado de dinero. Este señor, que se postulaba a candidato a diputado nacional por la provincia de Buenos Aires por el partido Cambiemos, al menos tuvo la decencia de renunciar a su postulación. Otros cientos ni siquiera se dieron por aludidos y continúan en carrera. Y seguramente serán electos.
   Ante estos hechos devastadores, todos los habitantes comunes y corrientes solo sienten impotencia y frustración, porque no solo robaron los que estuvieron y están, sino que también ya están robando, a cuenta, los que vendrán. Nadie escapa a esta situación.

“Todos los habitantes comunes y corrientes solo sienten impotencia y frustración, porque no solo robaron los que estuvieron y están, sino que también ya están robando, a cuenta, los que vendrán”

   Hace unos años el “filósofo contemporáneo” Luis Barrionuevo, sindicalista enquistado en su gremio desde hace décadas y que conoce como poco los entretelones de la política y el gremialismo, dijo dos frases lapidarias:
“Hay que dejar de robar por dos años”.
“(En Argentina) Nadie se hace rico trabajando”.
   Lo más horroroso es que esas frases fueron emitidas hace muchos años, y los hechos de la actualidad demuestran que nada cambió, a pesar de que pasaron varios gobiernos en el camino.
   Uno de los banqueros más importantes del país, dueño de un banco mayoritariamente de capitales nacionales, en un reportaje dijo, como al pasar, que sus hijos no fueron a estudiar al exterior porque eso habría sido una pérdida de tiempo y dinero, ya que lo que hubieran aprendido en las principales escuelas de negocios no les hubiese servido para desenvolverse en el ámbito local. Porque aquí los exitosos jamás recurren a estudios de mercado, planes de negocios, proyectos de inversión y capitalización, competencia, innovación tecnológica. En este país todos los grandes negocios se concretan a través de amiguismo, corruptelas y extorsiones varias. Por eso, los economistas más prestigiosos aseguran que en la Argentina existe el “capitalismo de amigos”. Los funcionarios de todo nivel que tienen algo de poder y “caja” (dinero para invertir) recurren a parientes, parejas o amigos para “inventar” negocios. El que sea. Desde asesoramiento para investigar las migraciones de aves, capacitar a camioneros o conductores de buques gasíferos, producir filmes publicitarios o mantener fundaciones. Todo vale. Todo sirve como excusa para robar. Y lo peor es que esos modelos se replican en todos los ámbitos y eternamente. Y no se trata de monedas: son miles de millones de dólares dilapidados sin sentido, acaparados por una casta parásita de avaricia ilimitada.
   Ningún país se encuentra exento de la corrupción. Es inherente al poder. Pero en las naciones desarrolladas al menos tienen el prurito moral de acaparar un porcentaje mínimo cuando se dedican a hacer algo bueno, útil, eficiente y valioso. Es muy probable que en la construcción del Saturno V alguien se quedara con el 2% o el 5% del monto total. ¡Pero llevó 12 hombres a la Luna! En la Argentina se hubiesen robado el 95% o más y ni siquiera hubiese despegado.

“En este país todos los grandes negocios se concretan a través de amiguismo, corruptelas y extorsiones varias. Por eso, los economistas más prestigiosos aseguran que en la Argentina existe el capitalismo de amigos”

   Es duro pensar en esto cuando uno se entera de ciertas cosas inexplicables. Como que la ruta más cara del país no conduce a ningún lado, porque se interrumpe en medio del desierto patagónico. Se encuentra en la Provincia de Santa Cruz y costó más de 1.200 millones de pesos. Obviamente, fue adjudicada directamente a un “capitalista amigo”.
   Lo bueno de las próximas elecciones es que siempre queda la esperanza. Quizás el presidente que asuma en el mes de diciembre cambie este círculo vicioso de corrupción de capitalismo de amigos y el país empiece el desarrollo real que buscamos desde hace doscientos años. ¤