La partida
De las comisarías de campaña salía, de tiempo en tiempo, una comisión formada por tres o cuatro agentes al mando de un cabo o con sargento, para recorrer la jurisdicción, es decir, la zona que estaba bajo su vigilancia.
A esa comisión, a la que se le daba el nombre de “la partida”, se agregaban algunos gauchos desocupados que deseaban andar bien con la autoridad y le servían de guías, pues eran “baquianos” o grandes conocedores del campo y sus caminos.
La recorrida se hacía, por lo general, con el objeto de detener a los individuos que hubieran cometido delitos -robos, asesinatos- y muchas veces la “partida” tuvo que sostener sangrientos combates, porque, como es natural, los “matreros” no querían entregarse presos y peleaban -uno contra muchos- en defensa de su libertad.
Gringo - Nación - Estranjis
En el campo se distinguía al extranjero con las denominaciones de “gringo”, “nación” y “estranjis”.
Gringo era, en general, el italiano; “nación” todo el que hablara un idioma diferente (inglés, francés, etc.), y “estranjis” un genérico que comprendía a unos y otros.
Esta denominación resultaba, en cierto modo, verdaderos despectivos, pues el criollo se sentía orgulloso de sus habilidades camperas, habilidades que difícilmente llegaban a poseer por completo los extranjeros, así convivieran años y años con los gauchos.
Charquear
El criollo, jinete por excelencia, sabía mantenerse en el lomo de cualquier pingo, por bellaco que fuese, valiéndose únicamente de su habilidad. Pero los extranjeros o los hombres de la ciudad, que no tenían su baquía, cuando montaban un caballo un poco vivo, lo primero que hacían, para mantener el equilibrio, era agarrarse con una mano -y a veces con las dos- de las cabeceras de los bastos, de los bordes del cojinillo o de las crines del animal. Eso era charquear o charquiar, lo que el gaucho no hacía nunca, pues lo consideraba vergonzoso; antes prefería que el caballo lo voltease.
“Charquiar” era cosa de gringos, puebleros y criaturas.
Compilado por Carlos Avilas del libro “Voces y Costumbres del Campo Argentino”, de Pedro Inchauspe, publicado en 1949. ¤