Arrimarse al Fogón
En el campo, el fogón era el lugar obligado que rodeaban dueños y visitantes, de cualquier categoría que fuesen.
Y es lógico: allí se hacía el asado y allí, principalmente, estaba la pava con agua para el infaltable mate que circulaba a toda hora.
“Arrímese” o “atráquese al fogón” era el ofrecimiento amplio de la hospitalidad criolla. ¿A qué podía uno “arrimarse al fogón”, sino a calentarse, a tomar mate, a churrasquear, es decir, a participar de cuanto hubiese?
Después, la frase se convirtió en fórmula general y se usó para invitar a un recién llegado o a uno que mira desde afuera, a tomar parte activa en una reunión, en una jugada o en cualquier otra cosa que se realiza en esos momentos.
Volverse la vaca toro
En el ganado vacuno, la vaca, aun siendo chúcara, suele ser menos agresiva que el toro y, en todo caso, es más fácil de dominar, pues carece de ciertas condiciones que éste tiene. De ahí que, a la usanza india, al gaucho de valor probado se lo considerase “toro” en el sentido de hombría.
Pero, a veces, solía suceder que un individuo a quien se juzgaba inofensivo de acuerdo con sus costumbres, molesto por las bromas o cargosos de algún peleador de fama que abusaba de su poder, le hiciera frente y, ante la sorpresa de todos, lo venciera en forma decisiva, dando pruebas de una serenidad y un arrojo insospechados en él hasta ese momento. Entonces, la gente decía: “Se le volvió la vaca toro” o, lo que es lo mismo, que había resultado todo lo contrario de lo que se creía; lo que parecía vaca, en realidad, era toro.
La boca como pororó
Cuando se fríe maíz para hacer “pororó”, el grano revienta con estrépito y en forma continuada; las explosiones semejan el tableteo de una pequeña ametralladora. Y a ese crepitar ininterrumpido comparan, en el campo, la conversación de ciertas personas muy habladoras.
Tienen “la boca como pororó”, es decir, dejando salir las palabras en montón, como si quisieran decirlo todo de golpe, pero sin terminar nunca.
Compilado por Carlos Avilas del libro “Voces y Costumbres del Campo Argentino”, de Pedro Inchauspe, publicado en 1949.¤