Los padres de Juan D'arienzo, oriundos de Italia, llegaron a la Argentina para instalarse en el barrio de Balvanera, en donde Juan nació un 14 de diciembre de 1900. Estudió violín en el conservatorio Mascagni. Lo primero que formó fue un trío, con Angel D'agostino y con el bandoneonista Bianchi, a los que más tarde se unió Ennio Bolognini.
Primero actuaron en teatros y salones como los de Laura y María la Vasca, y en cines. El sexteto Los Ases, presentado en el cine Hindú en 1927, fue su primera experiencia orquestal, teniendo pronto acceso al disco en el sello Electra. Su etapa en el disco con el cantante Carlos Dante, lo llevó a la consagración. En 1934 actúa en el cabaret Chantecler. Comienza a imponerse la fuerza rítmica de su orquesta. De ahí surgió lo de “rey del compás”, que se le ocurrió al príncipe cubano Angel Sánchez Carreño. En 1936 participa y actúa en la inauguración de Radio El Mundo y es convocado también para el cine, actuando en “Melodías porteñas”, y luego en “Yo quiero ser bataclana”, y “Otra cosa es con guitarra”.
Su carrera continuó con grabaciones con el sello Víctor, cuyos directivos advirtieron el filón que era su orquesta. Grabó temas como “El Tarta”, “El Hipo” y “La Cumparsita”. Su fama llegó al Japón, a donde lo invitaron varias veces y que no aceptó por temor a los viajes aéreos. Así estuvo en el Chantecler veintiocho años. Se presentó en Montevideo en 1937 en el teatro Solís y en el café Tupí Nambá en donde actuó por varias temporadas. De allí surgió el mito de que era uruguayo, versión que nunca desmintió por cuanto se consideraba -así mismo- que era como el tango: mitad argentino y mitad oriental.
La primera agrupación que llegó al disco se integró con Domingo Moro, Juan José Visciglio y Faustino Tabeada en bandoneones, Alfredo Mazzeo, Domingo Mancuso y Francisco Manzini en violines, Lidio Fasoli en piano y Rodolfo Duclós en contrabajo. Pronto D'arienzo abandonó el violín, quedándose sólo con la batuta. Agregó más instrumentos y con mejores resultados.
Compartió el rubro con Juan Polito y luego con Luis Visca, y en 1936 con Rodolfo Biagi, quien transformó al conjunto. De esa época es la arrolladora versión de “la puñalada” de Pintín Castellanos.
Músicos extraordinarios como Polito, Salamanca y Héctor Varela o Cayetano Puglisi y cantores de gran escuela como Héctor Mauré, Juan Carlos Lamas, Armando Laborde, Enrique Carbel y Alberto Echagüe respondieron a la concienzuda batuta del “Rey del compás”
Para Juan D'arienzo, como lo explicó en un reportaje de Andrés Muñoz en la revista “Aquí Está” en 1949", “el tango es ritmo, nervio, fuerza y carácter, como lo era el tango de la guardia vieja. Por olvidarlo, el tango entró en crisis” Consideró que él hizo todo lo posible para hacerlo resurgir. Para él buena parte de la decadencia les tocó a los cantantes, porque en un momento, la orquesta típica sólo era el pretexto para que se luciera un cantante, y los músicos y el director no eran más que acompañantes. Y sigue: “pero el tango es esencialmente música”, afirmó “y no puede relegarse a la orquesta al segundo plano, porque el tango es para la orquesta y no para los cantantes. Yo reaccioné y puse la orquesta en primer lugar y al cantante en el suyo, y le restituí al tango su acento varonil”. La base de la orquesta fue siempre el piano que, para él, era irreemplazable.
Como ha dicho José Gobello, Juan D'arienzo -que murió en su querida Buenos Aires el 14 de enero de 1976- devolvió el tango de los labios a los pies, contrariando a Contursi, que lo había llevado de los pies a los labios, y al igualar los tantos, abrió el camino a ese prodigio de equilibrio que fueron las inolvidables orquestas del cuarenta. ©