Enrique Pedro Delfino fue un músico de gran talento, un virtuoso del piano, lo que le permitió improvisar en cualquier ocasión.
Había nacido en pleno centro de Buenos Aires, en Paraná y Corrientes, un 15 de noviembre de 1895. Sus padres, concesionarios de la confitería del teatro Politeama, comprobaron pronto con sus travesuras su apego a la música, por lo que lo enviaron a Turín a estudiar. Volvió cuando tenía 15 años. Su primer trabajo fue en un cine para adultos de la calle Tucumán, donde su padre lo sorprendió. Como castigo recibió una orden tajante: se embarcaría en un buque de la Marina de Guerra. Así lo hizo, pero en la primera recalada, desapareció en Montevideo donde permaneció siete años y donde compuso su primer tango: “El apache oriental”. Luego su primer éxito: “Refasí”.
Muchas de sus composiciones fueron popularizadas por Carlos Gardel.
Delfino fue conocido por sus actuaciones en Montevideo y en Nueva York, donde fue contratado por la compañía Victor para grabar lo que luego se difundiría en el Río de la Plata.
En 1924 debutó en Madrid y recorrió España, París, Londres, Berlín y varias ciudades de Italia. Gracias a sus cualidades, fue llamado “el padre del tango canción”. Con la influencia europea, Delfino gestó un nuevo ritmo dentro del tango: la romanza, que luego ampliaría Francisco de Caro.
Más tarde compuso la música de catorce películas a partir de “Los tres berretines”.
Entre sus innumerables páginas, se cuentan “Milonguita”, “La copa del olvido”, “Centinela Alerta”, “Sans souci”, “Dicen que dicen”, “Haragán”, “Araca la cana”, “Palermo”, “Padrino pelao”, “Canto por no llorar”, “Ventanita Florida”, “Lucecitas de mi pueblo”, “Santa Milonguita” y “Francesita”.
Desgraciadamente, Delfino perdió la vista paulatinamente. Sus últimos años fueron de revisión completa de su obra, ayudado por varios amigos, entre los que se destacó el crítico y escritor Pompeyo Camps.
Ese gran improvisador e inventor constante murió el 10 de enero de 1967. ©