Ciudadana Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires desde 1990, Susana “la Tana” Rinaldi irrumpió en el mundo del tango cantando temas que hasta ese entonces eran considerados como del mundo “macho”.
Pero a La Tana no le tembló la voz cuando era virtualmente desconocida y debió enfrentarse al público para interpretar grandes obras de Discépolo, Cátulo Castillo u Homero Manzi.
Su primer álbum, bajo la dirección musical del bandoneonista Roberto Pansera, data de 1966. A partir de allí estableció su figura dándole un giro a lo que hasta entonces era estándar en el tango; su voz y su interpretación en general tenían un sonido algo más sofisticado que lo acostumbrado, menos orillero y más intelectual. Fue quizás gracias a ello que nuevas audiencias, desde jóvenes universitarios a rockeros, se sumaron a sus seguidores más fieles.
Su gran debut en vivo fue en 1969, cuando Eduardo Bergara Leumann abrió las puertas de La Botica del Ángel, en San Telmo.
En 1971, Rinaldi fundó junto a su esposo, el bandoneonista Osvaldo Piro, el café concert Magoya, en Mar del Plata, que pronto se convirtió en un icónico local tanguero. Sin embargo, con la llegada de la dictadura militar, la Tana debió exiliarse en París, en donde se convirtió en la gran estrella del tango parisino, y de donde regresó con nuevas ideas. A partir de entonces, comenzó a incursionar en lo que algunos llamaron “el tango show”, un concepto más moderno e innovador, considerado foráneo y algo superficial por la gente del tango clásico, que desde ese momento comenzó a ignorarla.
Entre sus interpretaciones más reconocidas, figuran Sueño de Barrilete (de Eladia Blázquez), Cordón (de Chico Novarro), El último café (de Cátulo Castillo), y Responso para un hombre gris (de Avena-Negro).
Debido a su participación en causas sociales, como así también en temas de derechos humanos, Susana Rinaldi es Embajadora de la Buena Voluntad de la UNESCO desde 1992. ¤