Editorial • Noviembre 2021

Editorial • Noviembre 2021

¿Cómo podríamos llamarlo? El primer rótulo que se nos viene a la cabeza es “Cultura del Desperdicio”, así que, sin pensarlo demasiado, nos quedamos con este.

Al fin y al cabo, lo que debería desvelarnos no es el nombre, sino lo que representa. Sobre todo, porque como sociedad formamos parte del problema y el mundo nos lo hace ver una y otra vez. Celebrado por algunos como consecuencia del espíritu libre y la sobreabundancia de nuestros recursos materiales, y condenado por otros como muestra cabal de nuestro individualismo e indiferencia por el bien común, es una triste realidad que nos caracteriza, hasta el punto en que ha pasado a formar parte del ADN de nuestro pueblo. Durante décadas, el esfuerzo de unos pocos no ha logrado quebrantar esa costumbre estadounidense por desperdiciar cosas que poseemos en abundancia, mientras que otros pueblos sufren por su escasez.
Según la ONG Feeding America, en este país cada año se desperdician 108 mil millones de libras de comida, lo que equivale a $161 mil millones, y un total de alrededor del 40% del total de la comida producida. La noticia este mes es una nueva ley decretada en España, que multará con hasta 150 mil euros a los negocios que tiren comida en buen estado, aunque de apariencia “fea”, es decir, todo aquello que, aunque no se vea inmaculado, esté en buen estado para ser consumido. Todo esto deberá estar a disposición de los clientes que deseen comprarlos por un precio inferior. Una ley parecida se había aprobado en Francia hace unos pocos años.
Si bien creemos que una ley así sería muy beneficiosa para nuestro país, hoy nos queremos referir a una noticia relacionada, aunque en este caso con la pandemia.
De acuerdo a nuevos datos divulgados por los Centers for Disease Control and Prevention (CDC), mientras que muchos países del mundo no pueden acceder a suficientes vacunas para inocular a su población, al menos 15 millones de dosis de la vacuna contra el Covid-19 han sido desperdiciadas en Estados Unidos entre los meses de marzo y septiembre de este año. Lo más indignante del caso es que la mayoría de las dosis son desperdiciadas en los estados del sur, los que cuentan con más casos de infectados y muertos a causa del virus. Louisiana ha desperdiciado 224 mil dosis, Tennessee casi 200 mil, mientras que 65 mil han debido ser descartadas en Alabama.
En algunos casos, se trata de viales que han sido descongelados y no usados, mientras que en muchos otros las vacunas simplemente se vencen sin ser aplicadas.
En el mes de mayo, dos cadenas farmacéuticas han desperdiciado más dosis que el resto de todas las agencias federales y estatales del país combinadas. En ciertos casos, hasta tres cuartos de las dosis recibidas por estas farmacias, han sido desperdiciadas por las razones ya mencionadas.
Según datos de la CDC, tan solo cuatro cadenas farmacéuticas, Walgreens, CVS, Walmart y Rite Aid, han desechado, hasta la fecha, unas 7.6 millones de dosis. En resumen, y para que quede bien claro, en nuestro país sobran vacunas y no se aplican. Las teorías conspirativas y las miserias políticas han convencido a muchos estadounidenses de que las vacunas son peligrosas para la salud, que contienen microchips, o que se trata del mayor experimento social a nivel global de la historia.
Por supuesto, lo primero que viene a la mente es ¿por qué no podemos simplemente donar todas esas dosis que nos sobran a los países que las necesitan con desesperación? La razón es que por cuestiones burocráticas y de seguridad, sobre todo relacionadas al almacenamiento y la refrigeración necesarias, las dosis que son producidas para consumo interno no pueden ser enviadas al exterior.
En definitiva, ya se trate de alimentos o vacunas, la cultura del desperdicio estadounidense tiene consecuencias trágicas tanto a nivel local como a nivel global. Hoy la pandemia nos muestra un nuevo ejemplo de ello. ¤

  thegauchos

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