Pepe Motta adivina el parpadeo

Si es verdad que, como dice el tango, la lucha es cruel y es mucha, también es cierto que de esa lucha, uno puede salir ganador. Si no, pregúntenle a Pepe Motta. Pepe acaba de ganar la batalla más importante de su vida. A mediados del 2002 (ya estaba viviendo en Las Vegas, cerca de sus nietos) los doctores le diagnosticaron fibrosis pulmonar, una enfermedad que hace que los pulmones se cristalicen progresivamente. Le dieron un año de vida. Le dieron seis meses. Le dieron un mes. Desde octubre de ese año estuvo internado tres meses, inválido, casi sin poder moverse. Tres dedos de la mano izquierda se le juntaron y no podía moverlos. Respirar era un trabajo agobiante y cansador. Hasta que un tratamiento a base de enzimas lo ayudó a mejorar. Sus hijos le regalaron un teclado. Primero tocaba en la cama. Luego, durante la rehabilitación, tocaba para los otros enfermos. De a poco, recuperó el movimiento en su mano. La enfermedad se detuvo. Dicen que la música también tiene efectos terapéuticos.
Hoy, casi plenamente recuperado, Pepe se cuida. Sigue el tratamiento, hace ejercicio y toca el piano. Y con este contrato que la vida le ha renovado, ha decidido volver a la Argentina para cumplir con un sueño pendiente: grabar la música que ama y así saldar una deuda que tiene consigo. En estos días, vuelve a la Argentina para realizar, entre otros proyectos, la grabación de un álbum de tangos con composiciones propias.
José Luis Motta nació en Pergamino, en donde aprendió a tocar el piano. En Buenos Aires tocó en todos los canales de televisión, grabó, compuso y dirigió. En 1989 vino a vivir a Los Angeles, en donde compartió su talento y sabiduría con decenas de artistas. En su carrera colaboró con, entre otros, Armando Manzanero, José José, Lalo Schiffrin, Mercedes Sosa, Dino Saluzzi, Los Tucu-tucu, Sandro, Pimpinela y muchos más. La revista Billboard lo consagró entre los “Hot Latin Producers” en el '95, '96 y '97. Ganó discos de oro y acompañó a Julio Iglesias en Argentina. En 1999 tocó tangos con la Orquesta Filarmónica de Filadelfia. Acompañó desde su piano a Roberto Goyeneche, Rubén Juárez, Virginia Luque, Raúl Lavié, Nelly Vázquez y muchos otros. Pepe ha colaborado con artistas internacionalmente reconocidos y con otros no tanto (reconocidos).
El 18 de septiembre de 2000 tuve el privilegio de tenerlo en la primera sesión de grabación de mi álbum, Tangos Inesperados. El estudio era un “one bedroom” en la ciudad de Van Nuys. A los que estuvimos presentes (Dino Durand, Sergio Dreiman y el bandoneonísta Raúl Jaurena) no se nos escapó ni un segundo lo especial de nuestra circunstancia. Hasta el día de hoy me llena de gozo haber disfrutado de su talento, su generosidad y su capacidad para crear una atmósfera fértil de creatividad musical. Es un recuerdo que llevaré siempre conmigo.
Hace tiempo, en Buenos Aires, Pepe conoció en ese templo del tango que es Michelángelo a otro gran maestro argentino: Horacio Salgán. Un día se cruzaron en SADAIC y Salgán lo invitó a tomar un café. Sabiéndolo compositor, le dijo que lo había estado observando y que temía que, por tanto trabajar, Pepe dejara de componer. Casi lo intimó para que no dejara de hacerlo. También le pidió que nunca se olvidase de lo que ese día le dijo.
Pepe no se olvidó. Las nieves del tiempo platearon su sien. Pero su frente está clara y lúcida. Pepe Motta vuelve a la Argentina para sacar la música que lleva adentro y compartirla con todos nosotros. Ø