La solución está en Australia

“Una modesta proposición” del siglo XXI 
Cuando el hambre, el desempleo y la falta de esperanzas acaparan los titulares de los medios más importantes, el mundo se conmociona. Ahí nos damos cuenta de que no vivimos en el mundo maravilloso, utópico, que vaticinaban los profetas de la ciencia ficción del siglo XX. Donde la tecnología satisfaría todas las necesidades humanas y se dispondría del espacio, tiempo y dinero suficientes como para que todos los ciudadanos del mundo pudieran disfrutar de la vida, ociosos, en jardines babilónicos al son de sonidos relajantes.
La realidad es bien distinta y mucho más cruel de lo que solemos aceptar. Es cierto que un selecto grupo de privilegiados realmente disfruta de la vida sin mayores sobresaltos. Siendo generosos, podríamos aceptar que en la cúspide de la pirámide hasta un 10 por ciento de la población del planeta se encuentra en esa situación, lo que en cifras serían unas 700 millones de personas, porque de acuerdo a las cifras brindadas por el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la ONU (DESA) durante este año la población mundial será de 7.000 millones de habitantes.
En la base de la pirámide las cifras de pobreza alcanzan proporciones bíblicas y son aterradoras. En febrero de este año la directora ejecutiva de ONU-Mujeres, Michelle Bachelet, dijo que el 75% de la población mundial (5250 millones) todavía no tiene una cobertura social adecuada, y que casi 1.500 millones de personas viven con menos de 1,25 dólares al día.
Descontando a los privilegiados, a los que subsisten a duras penas y a los pobres de toda pobreza habría unos1050 millones de individuos de “clase media” que vivirían relativamente bien, sin mayores sobresaltos, siempre y cuando tuvieran trabajo e ingresos estables y permanentes.
Estos datos aterradores normalmente pasaban desapercibidos sin acaparar los titulares de la prensa por la sencilla razón de que al fin y al cabo todo el mundo sabe que desde tiempos inmemoriales siempre hubo pobres. Y para suerte de los países “desarrollados”, “centrales” o del “primer mundo” la mayoría de los indigentes vivían lejos de miradas indiscretas y padeciendo en silencio bien lejos, habitualmente en el hemisferio sur o en el lejano oriente.
Sin embargo, algo cambió en el último año. La crisis económica inédita que actualmente azota a varios países europeos (Grecia, España, Portugal, Irlanda)  puso en el tapete que la pobreza, hambre y desocupación se está expandiendo a pasos agigantados por todo el mundo y ya no es tan fácil ocultarla.
Las políticas de ajuste primero movilizaron a griegos e ingleses. Luego le siguieron los “indignados” jóvenes españoles del movimiento 15M, quienes, imitando a las masas árabes que se manifestaron en la plaza Tahrir de El Cairo, se asentaron en la Puerta del Sol en el centro de Madrid para hacerse ver y escuchar. En todos los casos el fin era el mismo: demostrar públicamente su descontento por la marginación a la que están siendo arrojados, ya que los brutales ajustes económicos les hacen perder sus trabajos, casas y futuro. Y todo indica que este tipo de manifestaciones se propagará por todo el mundo.
Pero como no hay nada nuevo bajo el sol, habría que volver a leer a algunos clásicos para entender la realidad y saber dónde estamos parados. Thomas Malthus (1766 – 1834) sería una buena primera opción. En 1798, este clérigo anglicano inglés publicó su “Ensayo sobre el principio de la población” con la intención de demostrar que las esperanzas optimistas sobre el aumento de la población humana vigentes en su época eran erróneas. Sintéticamente, Malthus sostenía que las personas se reproducen más rápido que los alimentos y a menos que se tomaran drásticas medidas con el fin de controlar la natalidad llegaría un momento en que los alimentos no alcanzarían para todos. Curiosamente son muchos, demasiados, los que actualmente sostienen que Malthus estaba equivocado. Evidentemente ,los que opinan de esta manera no son pobres, ni forman parte de los 1.500 millones de personas que viven con menos de 1,25 dólares por día.
Más allá de las opiniones personales sobre este tema las cifras oficiales de las Naciones Unidas son lapidarias, y confirman que Malthus tenía razón, porque en la actualidad hay millones de seres humanos que se mueren de hambre.
El otro clásico que convendría releer es el famoso escritor irlandés Jonathan Swift (1667–1745), conocido internacionalmente por su obra “Los viajes de Gulliver”,  que dicho sea de paso jamás fue concebido como un libro infantil, ya que es una ácida sátira sobre la naturaleza de los hombres y la sociedad humana.
En 1729 Swift vio una enorme cantidad de niños pobres, hambrientos y abandonados  en Irlanda y esto lo motivó a escribir la sátira “Una modesta proposición: Para prevenir que los niños de los pobres de Irlanda sean una carga para sus padres o el país, y para hacerlos útiles al público”, donde directamente proponía vender a los niños pobres como alimento de los terratenientes y ricos.  Para fundamentar su propuesta afirma que “Me ha asegurado un americano muy entendido que conozco en Londres, que un tierno niño sano y bien criado constituye al año de edad el alimento más delicioso, nutritivo y saludable, ya sea estofado, asado, al horno o hervido”.
En 1729 Swift sugiere a través de su “modesta proposición” comer a cien mil niños pobres irlandeses. “Suponiendo que mil familias de esta ciudad serían compradoras habituales de carne de niño, además de otras que la comerían en celebraciones, especialmente casamientos y bautismos: calculo que en Dublín se colocarían anualmente cerca de veinte mil cuerpos, y en el resto del reino (donde probablemente se venderán algo más barato) las restantes ochenta mil”.  
Mi “modesta proposición” del siglo XXI intenta solucionar el problema de la sobrepoblación que predijo Thomas Malthus en 1798 y es mucho más racional y civilizada que la de Jonathan Swift.
Creo que para acabar con el exceso de población la solución está en… Australia.
Inmediatamente habría que enviar a esa enorme isla a los miles de jóvenes españoles, griegos y árabes que actualmente están provocando tantos problemas manifestando. Allí se los obligaría a combatir entre sí. Para cumplir con las formalidades , España le debería declarar la guerra a Grecia y a Egipto. A su vez Túnez haría lo mismo con Yemen, Irlanda e Italia. Luego, con el acuerdo de los dirigentes del G8, G20 y Naciones Unidas, cada país iría enviando a su población excedente de jóvenes y viejos  (pobres, desocupados y enfermos) para pelear la gloriosa III Guerra Mundial.
Con el ingreso de China, India, Nigeria, Brasil, México y los Estados Unidos al conflicto bélico se podrían eliminar fácilmente a los 1.500 millones de personas que viven con menos de 1, 25 dólares al día.
Mi “modesta proposición” es la adecuada para estos tiempos y sus ventajas son innegables: se eliminaría a la población indeseable y sobrante, las fábricas de armamentos trabajarían a full y con la sangre derramada se abonaría el desértico suelo australiano.
Si se llevara a cabo, el mundo sería un lugar más limpio, hermoso y seguro para vivir. ©

  thegauchos

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