Recuerdos de la Argentina de antes. Entrevista con Vincent Thomas

Entrevista con Vincent Thomas Vincent Thomas no es el único jubilado que prefiere el sol de California al desafío de terminar sus días en el Tercer Mundo. Nacido en Detroit, pudo dejar esa Argentina estatista e inflacionaria de 1988 y hoy es un hombre feliz con su familia en Los Angeles. Pero con un padre famoso, el dramaturgo y crítico de teatro Edmundo Guibourg, y una rica historia en el ambiente porteño, Vincent hoy tiene varias cosas para contarnos. Quizás la más llamativa es que conoció -y de cerca- a Carlos Gardel. Es más, Vincent debe ser una de las pocas personas que nos puede hablar del Gardel de la vida real. Esos recuerdos fueron volcados a un libro que está a punto de aparecer. Gardel, Tita Merello, Enrique Santos Discépolo… todos pasaron por la vida de Vincent, y ahora por este reportaje.

¿Cómo fue que lo conociste a Gardel?
Mi padre escribía en el diario Crítica, y en 1927 el director Natalio Botana le ofreció un puesto importante como corresponsal en París. Era un cargo que iba a durar varios años, entonces toda la familia se tenía que trasladar, mi papá, mi mamá, y yo, que tenía solo seis años en ese momento. Lo conocí a Gardel en el barco, cuando se iba con sus guitarristas a trabajar en Europa, porque era muy amigo de mi padre, y habían coordinado para viajar juntos. También tuvimos la suerte de verlo seguido cuando andaba  por París en los años siguientes. Es la famosa “etapa francesa” de Gardel.

¿Y cómo era Gardel?   
Era un tipo macanudo… siempre estaba de buen humor. No era muy profundo. Le gustaban dos cosas: cantar y contar chistes. Claro, eso era cuando no estaba hablando de sí mismo… Pero bueno, todo eso lo cuento en el libro que está por aparecer… incluso varias cosas nuevas.  

Tengo entendido que también conoció a Enrique Santos Discépolo...
Él y su hermano eran dramaturgos, así que era lógico que lo conociéramos. Estábamos muy vinculados con el teatro. En esa época Buenos Aires era mucho más chica, especialmente el ambiente del teatro, entonces era más fácil que uno se conociera. Con Discépolo incluso viajamos en taxi juntos un par de veces.

¿Qué piensa de él?
Al igual que su hermano, era muy talentoso, pero era un hombre con muchos problemas psicológicos. Para empezar, estaba convencido que su mujer Tania lo engañaba. Eso lo volvía loco. Además tenía un enorme complejo de inferioridad… quizás por su aspecto físico.  Selló su suerte cuando figurando como “Mordisquito”, empezó a defender a Perón y hablar mal de mucha gente en un programa radial que tenía. A partir de ahí, nadie en el ambiente lo quería.      

¿Y Tita Merello?
Tita nos caía muy bien. Causaba un poco de gracia que ella siempre trataba de dar la imagen de una señora seria, y estaba metida en un ambiente que era lo contrario. Yo tuve la suerte de trabajar con ella, ya que tuve un pequeño rol en Pasó en mi barrio, una película de Tita.

¿Cuantas películas llegó a filmar?
Tuve pequeños roles en unas doce películas del cine nacional.

¿Y qué imagen te dejó el cine nacional?
El cine argentino tuvo la desgracia de que cuando nació ya existía el cine mejicano. El cine mejicano, con su prestigio, había atraído una buena parte del talento hispano. Además siempre estuvo el cine americano, y el europeo. Entonces el cine argentino no tenía mucho mercado, y por ende muchos recursos.  Hoy se habla de cine nacional, pero era en realidad un grupo de personas de distintas nacionalidades, tratando de ganar dinero en algo que por esos momentos era nuevo. Una mezcla de españoles exiliados de la España franquista, con argentinos que no querían ser argentinos.  Era una cosa de audaces, y todo se hacía dentro de cierta mediocridad.    

¿Cómo era vivir en Buenos Aires en la era conservadora, antes de Perón?  
Era una sociedad dividida. Existía una separación entre la llamada “gente bien” y los reos. La “gente bien” era muy jodida, muy cerrada. Existía el compadrito o “niño bien” que, esencialmente, era un tipo despreciable. Se la pasaban haciendo chistes de mal gusto como atar una cadena entre dos autos nuevos, usándola para que los peatones se cayeran.  Por otro lado, había mucho dinero y el país en general funcionaba bien.  Había un cierto nivel que con la llegada del peronismo se perdió.

¿Y que nos puede contar de la Avenida Corrientes de esos años?
Era un lugar mágico, y los “tipos de la milonga” como Gardel se la pasaban ahí.  La Avenida Corrientes y algunas calles que la cruzaban, como Esmeralda. Entre Esmeralda y Callao estaban los teatros, los cabarets y los bares. Entre los teatros, estaba el Apolo, el Ópera, el Teatro Cine Broadway, el Teatro Cómico, con el Teatro Smart enfrente, y el Teatro Casino. Siempre hubo teatros, algunos hoy desaparecidos. Antes y después de la avenida 9 de Julio. Los libros usados estaban por la calle Sarmiento. Al principio, vendían libros “robados”, en una época en que los libros eran carísimos. El traslado de las librerías a la Avenida Corrientes fue mucho después.

Por esos años, ¿qué era un cabaret?
Un lugar lujoso, y pretendidamente decente. Un salón enorme, donde había un escenario, un espacio para bailar, y mesas. Muchos tenían orquestas de tango.  Los cabarets tenían “entrenadoras” que eran chicas que invitaban a bailar a los hombres que no tenían pareja. El tema sexual siempre estaba, pero en estos cabarets lujosos no era fácil. Uno realmente tenía que tener mucho dinero. En definitiva, eran lugares para gente pudiente. Por lo menos los de la Avenida Corrientes.

¿Y qué hacían los tipos que no tenían tanto dinero?
Había cabarets mas “económicos”, que estaban por el Bajo. Ahí pasaba cualquier cosa. También existían las milongas barriales donde podían ir todos. Nunca faltaron lugares en Buenos Aires.

¿Por qué se volcó al periodismo?  
Nunca fue fácil trabajar de actor en la Argentina. A eso se suma que en la época de Perón, los actores que no estaban enrolados en el sindicato oficialista no tenían muchas oportunidades. No había mucho trabajo. Entonces me dediqué al diario Crítica, y cubría cine nacional para la revista Radiolandia. Cuando Critica cerró, empecé en el Canal 13.  Ahí me retiré en los años ochenta.   

¿Tuvo algún problema con las distintas dictaduras que tuvimos?
No, mi trabajo siempre fue de perfil bajo y no me metía en cuestiones políticas, porque era peligroso, y además yo no me identificaba con las distintas posturas.

¿Por qué se fue de la Argentina?
Llegó un momento en que me cansé de tanta mediocridad. Y porque tengo mi familia aquí en Los Ángeles, no extraño mucho.  

¿Y piensa alguna vez visitar la Argentina?
No lo descarto. Puede ser que tenga que presentar el libro en Buenos Aires. Si hay una propuesta seria, la voy a analizar.  ¤

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