11.ª Nota de la Independencia Argentina: Después de Chacabuco, el desbande español

Después de Chacabuco, el desbande español

Poco tiempo estuvo José de San Martín en Santiago después de su victoria en Chacabuco. El 12 de marzo de 1817 se interna nuevamente en la cordillera rumbo a Buenos Aires. En la capital de las Provincias Unidas, los agasajos y aclamaciones al General victorioso, se unen a las preocupaciones por el peligro de una invasión portuguesa: el general Lecor señorea en Montevideo y está dispuesto a pasar al oeste del río Uruguay o del río Paraná, según decida su rey.

Como nos cuenta Eduardo Galeano, “Lecor bajó desde Río de Janeiro con un enorme ejército, por tierra y por mar; su principal misión era aniquilar a José Gervasio Artigas, para no dejar ni la sombra de la memoria de su contagioso ejemplo federal. Las tropas portuguesas invadieron con sangre y fuego, anunciando que limpiarían de bandidos la Banda Oriental y el General Lecor promete restablecer los atacados derechos de propiedad y herencia”. “Lecor entró en Montevideo bajo palio”, según sigue contando Galeano. “El padre Larrañaga y Francisco Javier de Viana le ofrecieron las llaves de la ciudad a los redentores del latifundio, y las damas arrojan flores y lacitos azules al paso del jamás visto desfile de entorchados, condecoraciones y penachos. Las campanas de la catedral repicaron, hartas de tocar a duelo. Se balancearon los incensarios y los hombres de negocios, en reverencias y besamanos de nunca acabar”.

San Martín parte hacia Chile
   Antes de llegar a la Ciudad Capital, desde Mendoza, San Martín escribe a O'Higgins: “Creo será inevitable la guerra con los portugueses; veré si a mi llegada puedo hacer algo sobre esto”.
   La noticia de la victoria en Chacabuco fue celebrada en todas las ciudades de las Provincias Unidas del Sud, aun en las de la Liga Federal, cuyas provincias no habían concurrido al Congreso de Tucumán convocado por el    Directorio.
   Pero, pese a todo esto, San Martín hubo de imponerse de algunos negociados secretos del Congreso que, si iban dirigidos a precaverse de una expedición española contra el Río de la Plata, comprometían la integridad del país con respecto a Portugal y soliviantaban la opinión en contra del Directorio.
   El general Juan Martín de Pueyrredón tranquiliza a San Martín y lo convence de que podrá capear el temporal (en realidad ya había entregado la Banda Oriental a Portugal, y quizá tuviese la intención de entregarles alguna otra provincia del litoral) y le comunica que está resuelto a crear una escuadra para que domine el Océano Pacífico. Las palabras y promesas del Director Supremo provocan que San Martín partiera nuevamente hacia Chile el 18 de abril con la fe avivada.
   En Chile, la situación militar no estaba exenta de peligros; las fuerzas españolas derrotadas se habían reconcentrado en el sur y ocupado la plaza fortificada de Talcahuano, puerta de entrada para los refuerzos provenientes desde Lima. Si bien el coronel Las Heras obtuvo las victorias en el combate de Curapaligüe el 4 de abril de 1817 y en la batalla del Cerro Gavilán el 5 de mayo de 1817, y pese a que O'Higgins había dominado enseguida la región hasta la ribera del río Bío-Bío, Talcahuano no cayó.

El peligro en el frente norte
   Mientras tanto, la guerra presentaba en esos momentos un carácter muy alarmante en las provincias del norte. Mientras Manuel Belgrano permanecía en Tucumán con su ejército reducido por la deserción y sometido a grandes privaciones por la escasez de recursos, el enemigo ejecutaba con gran arrogancia una invasión que creía irresistible. Con esta acción, desde el año anterior, el virrey del Perú no solo creía poder recuperar los territorios perdidos para la corona española, sino distraer al ejército patriota acantonado en Mendoza e impedir que éste cruce Los Andes.
   Cuando el 2 de mayo de 1817, llega a Salta la noticia de que Chile se hallaba en poder de los patriotas, los realistas comprenden que a consecuencia de estos sucesos, la inutilidad de la campaña en la que estaban comprometidos, su retirada a los acantonamientos del Alto Perú tomó el aspecto y las proporciones de un verdadero descalabro.
  San Martín tenía previsto el resultado de cualquier tentativa que acometieran los realistas para invadir por aquella parte a las provincias sublevadas. Sabía que esas expediciones debían fracasar por las condiciones naturales del teatro de la lucha, y por los esfuerzos de los montoneros patriotas comandados por Güemes. La campaña del general De la Serna no lo alarmó para nada, pero en Buenos Aires recomendó empeñosamente a Pueyrredon que reforzase cuanto le sea posible el ejército de Belgrano para que su presencia en Tucumán fuera, a la vez que una defensa de la provincias del norte contra las agresiones de los realistas, un motivo para obligar al Virrey a reconcentrar una buena parte de su ejército en el Alto Perú y a tener mal guarnecido el litoral y Lima, y para impedir el enviar nuevos refuerzos a Chile.

Buenos Aires-Chile, a caballo
 En su corta estadía en Buenos Aires, San Martín aprovechó para elegir algunos oficiales europeos para incorporar a su ejército, los más aptos y mas útiles, ya que esta ciudad capital era el centro de reunión de numerosos oficiales extranjeros, que venían huyendo de las persecuciones que habían seguido a las restauraciones de diversos soberanos europeos, o se hallaban en su patria sin ocupación por el desarme de grandes cuerpos de ejército después de la caída del imperio napoleónico.
   Terminados estos arreglos, San Martín parte nuevamente con rumbo a Chile, acompañado por Tomás Guido, que venía a desempeñar el cargo de representante del gobierno de Buenos Aires. Quería llegar rápido a Mendoza para “encontrar cordillera”, para hallar todavía amigables los pasos de las montañas que la nieve convierte en intransitables en pleno invierno.

Pueyrredón y el plan de la diplomacia británica
   Una vez que San Martín se retira de la escena porteña, y ante la negativa de éste de desprenderse de ningún soldado, y pese a las recomendaciones que le había dado el héroe de Chacabuco, Pueyrredón le manda órdenes a Belgrano para acudir a participar de la guerra civil que venía convulsionando al centralismo porteño con las provincias de la liga federal, a un año de la declaración de la independencia. Don Manuel desobedece las órdenes y se abstiene de participar en una guerra que ―como José de San Martín― consideraba objetivamente fratricida. Ante esta negativa, el Directorio porteño envía al  entonces coronel Paz a luchar a las órdenes de su comprovinciano Juan Bautista Bustos contra Estanislao López, caudillo santafesino y jefe de las fuerzas federales al oeste del río Paraná.
   La provincia de Santa Fe, que hasta 1815 había dependido de la de Buenos Aires, logró liberarse de esa dependencia con una serie de combates en la capital de la provincia y venció en tres oportunidades las invasiones mandadas desde la capital del país. Entonces, el director Pueyrredón insiste en atacarla con el Ejército del Norte, que de esta manera era apartado de su misión, es decir, la de defender el límite norte del país.
   En realidad lo que estaba poniendo en marcha Pueyrredón era un plan diseñado por la diplomacia británica, por la cual Portugal atacaba por el norte a Artigas y Buenos aires por el sur a las provincias federales de Entre Ríos y Santa Fe.¤

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